
Caminando, dejado en la tierra marchita del olvido:
el gigante mendigo, el desierto de vidas, el carnero
sacrificado bajo la espada oxidada se sepulta
en el foso del tiempo en espera, en su casa sin paredes
y sin techo. Llorando con lágrimas secas, y traspasa
la frontera de un mundo ëxtraño: países extranjeros
en quel cielo no vuela, en quel viento recoge aquellas piedras
y a las hojas las deja tiradas, podridas y perdidas.
Marginado del sueño dormido y del sueño despertado
no conoce de luces ni oscuros pasajes que lo lleven,
ni enlutado o festivo, al rincón de su propio cementerio.
Ya los pasos derraman la sangre del cuerpo viscerado;
desmenbrando los brazos y piernas del tiempo bendecido,
el olvido abandona los besos de añejos despertares.
Lavengro
Viña del Mar, Mayo 26 de 2003.