enero 19, 2007

Retrato

Entre muchas letras que se me han antojado escribirte, no me ha convencido ninguna. Quizás sea bueno un cuento, y por qué no un poema... hasta una carta. Ninguna es mucho y a su vez nada. Sabes, es tan sencilla la pregunta por quién creo que eres y, como sucede ante la sencillez, se hace complicado darle una respuesta, o en una de esas no sea lo difícil dársela, sino poner en vocablos mi percepción de ti.

El otro día me miraba al espejo, pero no para no cortarme al afeitar, sino para indagar en mi interior... ese espejo del alma, ese que delata la conciencia. De eso nació otra pregunta: ¿qué te contestará ese espejo? No creo que formules ante él la pregunta de la madrastra de la Blanca Nieves, aunque un poco de vanidad no le hace mal a nadie: por qué no te iba a contestar “tú eres la más bella”. Pero bueno, eso es farándula y me estoy alejando de lo que pretendo decirte, mas, qué dicen mis palabras sino sólo ecos y algo huecos, por lo demás.
–Ella estudia el silencio para conocer la música–, dice una de las voces de mi inconciencia. Aparentemente contradictoria la frase. ¡Pero cómo si no hay que desvirtuar la belleza del silencio con ruidos sin sustancia! Contemplativa me has dicho que eres con las demás personas, y en cierto sentido comparto lo que me dices: estudias mi rostro por dentro, esperando conocer lo que se calla, estudiando mi silencio para conocer la música que se oculta en el interior. Pero en cierto sentido, pues la bola de cristal aún no está del todo afinada y todavía te sorprenden algunas notas que no habías encontrado en mis labios callados, siguiendo el plano invisible de la subconsciente-conciencia-inconsciente. Y para qué ver todo, si esa capacidad de asombrarse no hay que perderla. Es como si fueras una amalgama de paciencia disfrazada de impulsiva y una prudencia que se confunde con el asombro de la imprevisión. Desconcertante, ¿no es cierto?
Aparentemente terminada y resignada a una soledad de las que duelen, de esas soledades acompañadas. ¡Tremendamente doloroso es el hielo que quema y el fuego que escarcha! Te veo en tránsito cuando siento que te ves estática. “Me voy a quedar sola, por ser como soy” decía la niña mientras se miraba al espejo, pero qué espejo era ese que callaba, era un mudo más que guardaba en su impotencia una palabra de verdad; y pensar que hubiere sido distinto el derrotero con una mísera expresión.
Mientras caminaba, conversaba con una antigua lechuza que se acercó a hablarla. Era simplemente un pie que seguía al otro inmerso en el desierto lleno de plantas desconocidas. Yo llegaba desde no me acuerdo, aunque debía ser de un bar que acogiera mis desvaríos en verso. Dijo llamarse ... la lechuza, y a ver ella, cómo dijo que se llamaba, no me acuerdo. Talvez el viento que corría desde una incierta dirección se llevó su nombre como una hoja hacia su destino. Pero saben, ese ladrón que se llevó su voz venía desde su boca, era como si cuando pronunciaba ese bello nombre –porque no podía haber sido distinto– su alma se obligaba a parecer distante. Hasta el día de hoy no he logrado comprenderlo... a ver, creo que un eco indiscreto casi la delató: debía principiar con D su nombre... sí, creo que sí. Pero bueno, sigamos con lo nuestro. Como les decía, algo había en ella que la hacía ponerse como en guardia, como intentando evitar una mirada, una sola palabra que hiciera de espejo. Aunque debo reconocerlo, también había algo indecible que la llevaba a hablar de sí, abriendo levemente una pequeña brecha entre tanta zarza que la ocultaba.
Cómo contestar a cómo es que te veo, si te veo desde distintos balcones, mi querida. Te veo compleja, cual si fueres una antítesis o una paradoja. Rara es la manera de expresarme, pero intentaré dilucidarla. Cuando te enojas es como si despertaras de un sueño antes de tiempo, como si te despertásemos no con un beso sino con una bofetada. Explosiva carga de emociones que se plantan con la misma fuerza de las raíces de una araucaria: añosa como el mismo Cronos y altiva como si fuese un desprecio.
Y eres tan cercana como lejana, como las estatuas del teatro, que están y sin embargo su corazón es mármol. Y ahí la gracia, porque debajo de ese pétreo hielo oteo un corazón que palpita, hecho de carne y relleno de sangre, como el de cualquiera y por tanto también único.
Insisto, pues para mí eres una paradoja... ¿qué puede ser más complejo? En ningún caso digo que seas dicotómica, sino que hay algo de Abraxas en ti, que hay algo de loba de la estepa, de la Maga y de Alejandra Vidal. Como si fueras un compendio.
¿Por qué, querida, te vas a quedar sola por ser como eres?...

Hace un par de noches ya que comencé estos desvaríos. Sé que le prometí que le escribiría cómo entiendo su ser, En algún minuto un pequeño niño salió corriendo desde un desdibujado patio, pero ya no estoy tan seguro que le entregue estas líneas. atravesó la calle sin mirar Vamos nuevamente contestando a esa pregunta que formulamos más arriba. que un descontrolado vehículo se abalanzaba contra él, arroyándolo sin un grito. Te veo compleja, mi amiga, alegre hasta decir basta sin realmente desearlo pues contagias No quise seguir viendo, mas algo me decía que no habían pasado las cosas como creí agraciada esos momentos largos de sonrisa que nos regalas, mejorando nuestra existencia. pues sólo las había imaginado, que una sombra me había empañado los ojos ocultando la luz del sol.
Escribía de un espejo, un espejo que habla y poco original, por lo demás. Pero así son las cosas: poco originales, mas dentro de lo que siempre ya se ha dicho encontramos algo nuevo. Tú eres algo distinto todos los días, y dejas de ser algo para ser alguien que se descubre minuto a minuto, que devela una ontología atrapante, delirante y tan sublime como corriente. Contigo no hay certeza, no tengo un piso ni siquiera débil sobre el cual pararme para escribirte algo. Si quizás me enviaras un plano de tu alma... No, mejor, para qué; me quedo del lado de la incertidumbre para seguir develando tu nombre que aún no lo recuerdo... que no lo descubro, que aún no conozco del todo.
Allá está, mirando con los ojos perdidos al monitor y moviendo como autómata los dedos sobre el teclado. Me contó que escribía una descripción de una amiga. Yo creo que le cuesta, que no puede porque no tiene una perspectiva cierta desde donde situarse; complicándose hasta el absurdo. Bueno, claro, ciertamente todo es absurdo: vivimos un completo disparate, una realidad que no es más que una metáfora, un acercamiento paupérrimo al ente –en su caso a su amiga–
pero quién es el ente
un algo un alguien un qué
y ahí está intentando decir lo que no puede lo que siente hondamente y sin palabras
en alguna parte se quedó medio perdido
es mujer es alegre es buena moza es risueña
es contenta como una niña descubriendo en su regalo el juguete que pidió en su carta al viejo pascuero
cómo no va a ser capaz de decirle una simple palabra
de expresarle sencillamente que es un enigma
no no puede porque no es sólo un laberinto sin salida
sin llegar al saber racional, que es una especie de conformismo; la razón estabilizadora, nada más lejano para que siga con su trabajo.
Bueno mi amiga. No sé si siga intentando realizar esta tarea a la que me comprometí. Pacta sunt servanda me dirás para reclamar por este incumplimiento, mas quién sabe si alguna vez logro descubrir cuál es tu nombre
eres angulosa cuando no eres un laberinto
y la lechuza canturrea tu nombre vivaz
despejado como camino luminoso
una lámpara extraviada entre la oscuridad y algo de maleza
y canturrea y canturrea y canturrea
un murmullo de ecos que dicen Denisse.
Lord Lavengro
Viña del Mar, Diciembre 28 de 2006.