julio 28, 2006

Como un Café

Eres como un café: acogedora,
tibia, simplemente tú, natalicia,
quemas con tu calor a mis labios,
besas con el misterio del trino,
diosa y milagrosa.

Negra como un café, misteriosa.
Viajas por mí, en mi cuerpo de taza,
trémulo por tus manos silenciosas,
niño cuando tus ojos me penetran
ávidos y dueños.

Quemas como un café, maliciosa,
cruel y siempre acaricias mis labios
tuyos, que dejan puertas abiertas
para que tu saeta se ensarte
fría y vengativa.

Eres como un café: deliciosa,
cruel y vengativa y misteriosa.

Lavengro
Escrito en Valparaíso, 2002.

julio 17, 2006

Inconclusos

Poemas sin terminar de una historia ya acabada.

I

Esta noche la Luna es más negra para mi alma, los grillos no cantan sus romances sino que lloran sus desdichas.

Cada Estrella que me mira desde un cielo inalcanzable se ríe silenciosamente de mi vida póstuma, caprichosa y marchita.

Las roídas membranas de mis demoniacas alas son las huellas que quedaron tras la lluvia de espinas que fueron tus palabras.

Recuerdas, mi pálida amante, cada palabra que desperdiciamos en el vacío de nuestros ojos de piedra y transparente escarcha?

Fueron nuestros versos los sentimientos en que paramos nuestro castillo de arena que se llevó el viento de las mentiras?

Eras un hada errante que derramó su sangre entre las secas espinas de mi negro jardín de rosas muertas.

Te encontré lacrimosa mientras tus llagas florecían a causa de la ponzoñosa soledad de mi palacio caído.

Mis labios bebieron tus lágrimas y mis manos sanaron tus heridas; tus ojos derribaron mis muros podridos.

Ya nada queda sino recuerdos y espejismos de fantasmas y una que otra partitura corrompida por desafinadas mentiras.

Compartimos cada muerte en la alegría de un nuevo despuntar, velados al mundo en la crónica melancolía de nuestra piel.

Mi espada quedó rota en la última batalla y tu corazón pereció víctima de la saeta poluta de angelicales envidias.

Mis ojos que conocen la hondura de las sombras extrañamente no distinguieron las notas de tu voz entre los ecos del silencio.

Sigo reinando los Siete Infiernos, disfrutando el cálido vacío de sus rincones oscuros, adornados de lágrimas, versos, sangre y pasión.

Mas, sigo también recordando...

II

Esta noche es noche de tango,
y también es noche de muerte.
En algún momento me quedé encerrado
en la discordia entre la luz y la sombra.

Los ecos del silencio se perdieron
en el vacío de tu distancia.

Me suena tu voz en la conciencia
mientras se escapan clandestinas
cada una de tus miradas inciertas,
cada temblor de tu cuerpo efímero.

Dónde quedó el juramento de tu eternidad?

El poema de tu nombre quedó escrito
por tu pluma callada en papiros de aire!

Mis ojos sangran sus lágrimas,
derrochan sus emociones guardadas
en la secanía inerte del tiempo fugado.

Los ecos del silencio se perdieron
en el vacío de tu viva muerte.

III

Distancias inexorables,
vacíos oscuros que opacan la mañana
con la lejanía de tus palabras
y el silencio de tus labios enclaustrados.
Dónde están tus ojos inciertos,
aquellos que un día fueron mis antorchas?
Dónde se fueron tus pasos,
que hoy son un sendero
que se pierde entra tanta maleza?

Escondido entre la niebla
los murmullos del viento son sentencia:
la condena a una celda sin paredes:
el destierro de uno que nunca tubo tierra.


Un día tus manos fueron comida,
el elixir que calmó mi sed de compañía.
Me quedan como marcas de latigazos
los recuerdos de tu conscupiscente cuerpo
que se enredaba en mi piel desnuda,
encarnándote en mi pecho hasta tu alma!

Lord Lavengro
Viña del Mar, entre junio y julio de 2006.

julio 11, 2006

Dejen que el Poeta Escriba


Dejen que el poeta recoja sus versos,
brotan de la tierra y regalan sus frutos
para que los ojos derramen su llanto
sobre nuestro suelo y renazcan los verbos.


Nunca las estrofas terminan lejanas
de los corazones inquietos. El vate
sólo es quien cosecha palabras dormidas
y las deposita cual vino en las jarras.


Cerros... son montañas que esperan su turno:
letras del gigante cerebro que esconde
flores en la sombra tallada con nubes.
Dejen que el poeta nos grabe nocturnos.

Música del agua que corre roncando
mientras los silbidos del viento en los árboles
llenan de poéticos pensares al alma,
sé que los vocablos emergen cantando.

Viejos los papiros nos hablan del tibio
génesis de versos añejos del polvo.
Como las pirámides, siguen en pie
los ya sepultados linajes del libro.

Hojas de papel son las cajas que fuertes
guardan los sonetos del hombre pasado
en que los juglares dejaron constancia
del gran Cid y también de sus huestes.

Lord Lavengro
Viña del Mar, Octubre 26 de 2001.

julio 03, 2006

Dos Cartas Sin Título

El espiral en claroscuro gira y cada pregunta tiene una respuesta y cada alegría su similar cuota de tristeza.

Es sólo simiente de bronce y de plata
que brilla sonriente en la luz de la luna.
Es sólo la base del vientre llamando
a ser una fragua del hijo que tú amas.

La loza en que el tiempo lo forja, cual Dios
pequeño que escribe sus versos con letras
en oro dorado y brillante del suelo.
Es tierra en la carne que cambia mi Dios!

Y brota denuevo la vida del mundo:
origen de piedra que sangre se fluye
en ríos de rojo camino y nativo.
Separa la calma y la duda del nudo

que amarra culebras eternas que fueron
pecado del hombre pasado y que es carga.
La génesis limpia del hijo que llamo
a ser heredero de niños que juegan.

La madre del sueño es el nombre del tiempo
que entona la danza natura en planeta
de flores y fuego y espinas eternas.
Al ave, sus alas la eleva hacia el cielo.

La forja del barro en la mano artesana
del útero fémino, llámase Tú.
Mujer de mis noches y de días intensos,
valoras al hijo que quieres de mi alma.

Algún día te escribí, poema torcido,
mas nunca me dijiste "vate, recuerda,
del sueño despertamos todos". Callaste.
Estrofas que jamás dijeron palabras
reales ni tampoco mentiras piadosas...
Algún día te escribí, poema mordido,
mas sólo callaste...

El tiempo recorrido es sólo tardanza,
es sólo un centinela viejo y dormido.
Naciste, te mstraste a vodas genuinas
y nunca los sonidos vieron salida
de bocas clausuradas, voces de mudos...
Algún día te escribí, poema encerrado,
mas nunca me hablaste...

Lord Lavengro
Escrito en Nogales, algún día.