
aunque a ella no le agrade.
Noche a Noche subo a tu pequeño cielo,
cargando mi pesado bolso de anhelos,
de sueños, de tristezas, de llantos y de besos.
Tropiezo en cada escalón de tus calles,
cada uno de ellos tallado, forjado y grabado
por los dientes de algún borracho que besa tu suelo,
clandestino como los huecos que regalas a tus amantes.
Gritas, viejo Puerto, en los ladridos de tus perros
que se rascan las pulgas en cada mural marchito.
En cuatro patas conocen tus rincones de esquinas redondas,
esperando la luz verde para cruzar del cerro al Pacífico,
para abordar cada lancha y cada puerta que ofrezca un pan
y huir de los palos voladores que son como tus casas voladoras.
Tu nombre es Pancho,
también algo borracho,
aunque Valparaíso ella te llame.
En tus bares se bebe melancolía;
tus sarmientos ya no destilan vino añejo,
sino arrugas, canas, escaleras y recuerdos.
Alguna vez te prostituiste a los marineros,
mas hoy eres un puerto de estudiantes;
en tus barrios todos son profesionales de la vida:
cogoteros, traficantes, ahogados y rameras y arquichantas,
matasanos, hocicones y ¿honorables dijo alguien?
Tus casas de cartón que el viento sostiene en el firmamento
son árboles de pascua como la champaña en año nuevo,
como los mariscos para mí esquivos del mercado
que hoy están a luca y ayer pintados por Lukas.
Pancho es tu nombre
aunque a ella no le guste.
De la mano de la loca pluma de Pablo
y del imaginario pincel de Roberto,
tus muros trepan como lagartijas
las copas florecidas de tus cerros.
Los tacos de tus mujeres suenan a tango
y suenan a sudores mezclados con besos y tragos.
En ti, amigo Puerto, conocí sus labios liberales,
tan libertinos y esclavistas como una caña de vino
tomada a la salud de un bolero que desafina en la guitarra.
Tu nombre es, Puerto loco, Pancho
aunque ella ignore mis palabras.
Si Pascua tiene al hombre pájaro,
tú tan visible tienes
(y entre las piernas tan invisible)
al hombre caracol:
el que asoma la cabeza al sol:
el que estira la mano y ni el viento la estrecha:
el que lleva sobre su espalda la casa de colchón...
Discúlpame Pancho si mis versos se callan,
disculpa a mi canto orgulloso como las odas
que esta noche sólo silencios interpreta.
No soy poeta ni tengo nombre
y soy tan inconcluso como tú, Valparaíso:
eres un poema de puerto jamás terminado.
Y amor, aunque no te guste,
mi amigo puerto se llama Pancho.
Lavengro
Valparaíso, Marzo 21 de 2006.