septiembre 23, 2006

[Innominado]

I

-Soy un inmigrante de mundos oscuros,
lanzas y sables que clavan con fuego
dentro del alma tranquila el infierno.
Vendo milagros mutados que sufren,
juego del tiempo perverso de invierno.
Vendo milagros: caliento el infierno.

- Vengo magnate de pasadas tormentas,
arpa de cuerdas de los rayos del sol.
Música oscura se tropieza en mi sala:
cantan zorzales con timbal de esperanza.
Guardo las llaves de mi casa en las alas
vivas del cielo y del honesto viajero:
rayo de luz que denominan Cordero.

Hablan, conversan y cantan con gracia
mientras no calman temblores de sangre
dentro del alma en tormento y dilema.
Pierden con ellos el tiempo y el alba
llega con alas de mundos distintos;
llega el ocaso con días oscuros:
tímidos niños de lloran buscando.

-¡Cálmense noches: que renazca la luz!
-¡Vengan milagros, que rechinen las puertas
viejas, desaten las cadenas del llanto!
-Vengan, no dejen las ventanas cerradas,
soy aquel suspiro de esperanzas y de calma.
-Vendo milagros: te invito al infierno.
-Pongo las llaves de mi casa de flores
sobre tus manos y camina conmigo.

II




[Aquí sólo el silencio se ha hecho ecos]




III

Quizás un momento, un lápiz, una hoja;
quizás una interpretación fallida,
quizás un suspiro.
Quizás sólo el silencio del concreto,
quizás sólo la vida.

Talvés cantamos, somos, soñamos.

Quizás un suspiro, quizás...
quizás es sólo la vida.

IV

Las olas del silencio y la vida
navegan en cometas dormidos,
tranquilos y canción sin estribos.

No sé si me endurezco en la piedra,
si navego en barcazas tiradas,
si en alas del silencio me muero.
No sé si me cantaban de niño,
si alzaban transparentes cristales,
si en alas del silencio me amaron.

V

Me quedé en intentos tardinos y solos,
olvidados ruegos de muertos cansados.
Me quedé en mi tiempo: Oscuranto dolido
que reclama tumba a mis viejos candados,
que me llama zombie de líneas muertas,
que oscurece llamas de luces opacas.

Anochece lento en mañanas brotantes:
oscurece cuando principia el verano:
con las sombras llega la Luna arrogante:
madrugada en noches eternas y cortas:
la delgada línea rota se corta:
en el alba viene ocultándose del Sol:
se quedó en su tiempo durante su muerte.

Es un alma en llantos que canta con risas,
como un viejo barco navega sin mar.
Es un todo en nada que aborta su vida.
Navengante sueñas con cielos de tierra,
con trineos blancos y el aire por piso.
Es un alma en llanto que canta por risas
y quedó en su tiempo durante su muerte.

Que nació por muerte llegada por carta,
con sus sombras llega la noche despierta
y con días llega la luz olvidada.
¿El tesoro deja canciones por mapas
a las nuevas risas lejanas y eternas?
Es un alma en llanto que deja su llanto:
encontró su tiempo durante su tarde.

VI

Quisiera entregarme al silencio de otoño
que cuenta de viejas novelas sin tinta.
Deseo ensuciarme con pasto y rocío
de nuevas mañanas.

Si llama la noche a los cuatro jinetes,
la muerte renace de lápidas gruesas.
Sendero mutable que hablabas de guerras
que nunca acabaron.

Señor del último infierno sin torres,
regresa a tu mundo en las canas del tiempo.
Esconde la vida en los ciegos y oculta
su espalda sangrante.

Quisieras dejarme dormido. Recuérdame.
Evoca la carta manchada, verás
que siempre la grieta se ensancha en eterno
hundir deprimido.

-Te dejo que mires y veas: levántense
la guerra, la muerte, la hambruna del cuerpo,
y tu insanidad. Y repito que mires
al nuevo reclamo.

Metralla de letras lloronas y brujas,
que pasan doliendo en caballos malditos.
Deseo ensuciarme con pasto y rocío
de nuevas mañanas.

VII

Volarme con cien sonidos perpetuos
de rabia y de carne muerta y marchita.
Dejar las caricias viejas en pozos
de sangre reseca y roja bebida.

Oír que los perros ladran sus voces
que juegan con lazos cortos y largos.
Un grito en la niebla blanca del tiempo
que llama sonriendo al fin del lago.

Marcharme corriendo. ¡Nace misterio!
Explotan los dos amigos ladrones
que dicen silencio: ruido mordido.
En manos mojadas vasen jabones.

Las noches son miel y el día salmón.
Sabores que llegan nuevos al centro,
concierto de reglas sobre senderos
paqueños; mas, grandes leyes de siervos.

Dejarme llevar por cien sonidos
perpetuos que me hablan de luces albores;
de rabia, de fuego, miles de llantos:
dolor muribundo. Rocas de bronce.

Envuelto por fuertes mantos de lúgubres
pastores, el sueño se arranca del hombre
que ciego despierta al cielo que príncipe
lo arroja a un mundo de otros sabores.

Dorada es la piel que aflora en mi cuerpo,
color de los soles tibios de arena.
Jaurías de perros blancos en tierras
desiertas transmigran sanos y bellos.

Lord Lavengro
Nogales, Enero a Julio de 2001.

septiembre 08, 2006

Si el Cielo


¿Si el cielo plagado de estrellas cantara?
Escucho el silencio en la noche tranquila
durmiendo sentado en cojines de anhelos,
mirando tus ojos sin verlos, semilla.

Recuerdo a tus labios posarse en mi boca,
de flor en mi flor: mariposa emplumada.
Tus manos me tocan en este recuerdo
que guardo en mi taza de azul porcelana.

El aire se enfría en la carta que nunca
escribes. Si el silencio cantara... No llamas.
La música suena sin notas igual
quel llanto sin lágrimas: secas escarchas.

Fantasmas de lana se hicieron tus besos
que saben a dulces carentes de äzúcar.
El eco disfónico sufre la ausencia
de voces que al viento, mi amigo, saludan.

-Plagado de estrellas y nadie te mira.
-Talvez sus latidos suspiran en mi alma.
-¿Quizás? ¡No duerme, suspira ni canta!
-Si tú no la escuchas, intenta callarla.

Su suave cascada me llueve en recuerdos
que duelen, me queman con fuego escarchado.
Mis pasos enfermos no encuentran el rumbo
del cielo estrellado: me duermo parado.

Lord Lavengro
Escrito en marzo 3 de 2005.