enero 17, 2006

Tinieblas y Sombras

Este poema es el último de mi autoría que entrego en este ciclo Gótico-Romántico, y espero que su profundidad atormentada sea una puerta al infinito de lo inquieto del espíritu humano.


I

El bosque öscuro se arroja en los versos que caen,
sus sombras terribles despojan latidos del tiempo
y dejan las aves sus cantos a medias. Tinieblas,
tinieblas marchitas: cascadas de llantos: invierno.
Vacíos dejados por hadas que huyeron del mundo
azul, enlutadas. La niebla provoca el incierto.

Ahogan los árboles tristes la vida del ángel,
sus plumas añejas se caen del cielo desierto.
Los niños perdidos no encuentran caminos antiguos,
tan sólo peñascos de secos sonetos y viejos.
La tierra que tiembla remece raíces ajenas
de ajenos alerces que mueren sin más que silencio.

La magia que corre, se oculta miedosa en la sombra
del duro sepulcro de Apolo. La música calla.
Las piernas se doblan de enfermas y cae el infierno
tapando de sangre reseca los prados de escarcha,
sembrando las lágrimas sucias en fuentes baldías
que añoran el agua que lejos del sol se ëscapa.

Los troncos que quedan se pudren, se mueren sin alma.
La luna ocultada tras velos de niebla es recuerdo:
la sombra de Cronos que fue desterrado al abismo
perdiendo su cetro de rey de los cielos. Un cuervo
arranca los ojos al ángel de älas marchitas,
igual que los vientos las flores del seco cerezo.

¡Tinieblas, tinieblas! La sombra que envuelve la vida
y tiñe de negro al anhelo, recorre las venas
del bosque y cultiva venenos que matan la magia,
la musa y el sueño. Canciones de notas perplejas
que miran perdidas la bruma, se arrojan dolidas
al foso del mosntruo que apaga las últimas velas.

II


Cabalga en las sombras del bosque, dormido y callado:
el ángel de plumas quemadas persigue la dicha
que ya no recuerda, olvidada tristeza. -Corcel
cansado te doblas y caes tirando mentiras
que fueron verdades quel viento robó del sendero
florido-. Silencios que callan los ecos de risas.

La magia que fue, suspirando, se marcha en tinieblas
bajadas del bosque marchito y de troncos muertos.
La niebla plagada de espectros (fantasmas albinos)
rodea con sangre añejada los cuerpos resecos,
pintados con tintas de viejos amores y llagas.
los siglos se paran... el ángel olvida a los elfos.

Volando, sus alas pesadas, se estrellan lloradas
en muros de mármol gastado por luchas divinas,
y sólo recuerda la marca de un gris laberinto,
antiguo pasaje del cielo al infierno. La brisa
congela los lutos de Dios en las venas del Diablo.
Bajando, los rayos incendian la luna crecida.

Errando en sus pasos, llevando en su espada quebrada
los mismos temores del hombre, recorre las nubes
que fueron su reino de música y magia perdidas;
las ruinas se abisman en su alma: ¡son crueles derrumbes
de piedras, de besos que queman y de ojos que callan!
El ángel, de tinieblas y sombras, orando, se cubre.

Una última flor que germina en su suelo de rocas
se eleva por vientos de sueños de rotos cristales.
¡Sus alas ni polvo levantan del Templo caído!
Vencido, tan sólo camina a la sombra de edades
y bosques que ahora no existen; su luna se apaga
y el viejo camino lo pierde de amor y maldades.

III

El alma torcida, inclinada en la bruma muriente,
tormenta cansina que inunda los mares tranquilos.
Sus piernas quebradas se doblan y cae el silencio
nocturno, cargado de ruidos y anhelos marchitos.
Temblando sus manos, recoge las lágrimas secas
que brotan del miedo y la sombra de besos perdidos.

Deserta al amor y al destino por musa escondida
del tiempo en cortinas de suave neblina y placeres:
llovidos cabellos que enmarcan su pálida luna,
su piel, su sintura temida. Abandona sus huestes;
su espada envainada defrauda a los ángeles: hielos.
El bosque lo oculta del tiempo, ¿será amor por siempre?

¡Tinieblas, tinieblas! La vida se escapa del mundo,
los magos perdidos no hechizan los versos enfermos.
Los cielos arrojan los rayos que anuncian pesares:
tirando los árboles surge un nuevo ïnfierno
la lucha celeste, las hadas se escapan, el bosque
se quema. -Saetas alcanzan la musa que amaste.

El alma torcida, mirando al maltrecho despojo,
empuña la espada: despierta el guerrero divino.
Se agrieta la tierra, remecen los suelos que mueren
sangrando venenos. -Tu copa derrama tu vino.
Mellado el acero en la roca sombría, marchita
la mano... Ya sólo quedó un incierto ölvido.

-No veo ni siento, ¡mi herida abierta no sangra!
En tristes lamentos, las lágrimas negras penetran
la tierra que estéril engendra demonios y piedras.
Rodillas al pasto reseco, enlutado y ajeno,
el tiempo abandona esperanzas de arcilla y ponzoña,
las alas cansadas que nublan los ojos viajeros.

IV

Y mientras se duerme el silencio, despiertan las lágrimas
que rondan las piedras, cenizas y troncos caídos.
Un nuevo despunte es olvido, descanso de un sueño.
Si duelen las llagas, más duelen los besos queridos...
Mirando la tierra que es vida y sepulcro y espejo,
refléjanse el sol y la luna en eclipse y caminos.

Eclipse de puerto y camino concierta el encuentro
del mago y el hada, del ángel de espada quebrada
y de la dormida sin sangre, de rostro de escarcha.
Y el llanto que inunda las ruinas marchitas reclama,
airado, los brotes de un bosque de sauces y espinos.
Tinieblas y sombras en hielos y vientos se abrasan.

Durante la noche las flores crecían encima
del cuerpo tumbado; y ahora florecen los ojos:
si bien muy lejanos, con ellos renacen anhelos.
El ángel sostiene a su musa de atuendos rotosos,
tan fría que quema sus brazos, bañada en recuerdos
de besos que duelen, cantando los versos mortuorios.

Los dioses de antaño quedaron en versos grabados,
guardados del tiempo en sus arcas de alerce y astilla.
Con alas caídas recorre incipientes verdores, las rocas
se ablandan pastando la corza venenos y ruinas.
Las hadas hechizan la sangre que riega la luna,
tiñéndola clara de un suave sabor a vainilla.

Atrás ha quedado su cuerpo, cubierto de ensueños,
mas su eco resuena cual viento abrazando a las hojas
del bosque, rimando el arrollo y el canto del ave.
Las sombras dilatan su suerte debajo de rocas:
el ángel aún llora, recuerda el silencio sonoro,
pues, ¡llantos de estío otoñan su alma devota!


Lavengro
Escrito entre febrero 22 y marzo 2 de 2005.

enero 15, 2006

Estrellas


Siguiendo con este ciclo de poesía gótica-romántica (aunque este poema es más romántico que gótico) presento Estrellas, uno de esos momentos en que el sentimiento profundiza en lo que no conoces de ti mismo...

El cielo se ilumina, me deja mirarlo
y verte, aunque lejos, dormida, soñándome.
Mi mundo es de estrellas, yo vengo desde ellas...
Te llevo en mí, abrazada, sin dejar la tierra;
volando llegamos juntos más allá del tiempo.

Aún no nacemos, somos la uva para ser vino,
tan sólo nos vemos sin vernos y mirándonos
profundamente hasta alcanzar el último astro de nuestras almas.
Caminando, saltando de nube en nube corremos
y nos besamos a la sombra de un sol radiante.

El canto se entona silencioso por coros celestes:
los ángeles, mis hermanos, celebran en la gloria
la gloria de nuestras manos unidas un segundo,
el que se eterniza en los versos que dicen tus ojos
y los míos, enredados entre flores y estrofas:
tú y yo enlazados en la belleza de las estrellas.

Lavengro
Escrito... algún día de esos.

enero 11, 2006

Si el Cielo


¿Si el cielo plagado de estrellas cantara?
Escucho el silencio en la noche tranquila
durmiendo sentado en cojines de anhelos,
mirando tus ojos sin verlos, semilla.

Recuerdo a tus labios posarse en mi boca,
de flor en mi flor: mariposa emplumada.
Tus manos me tocan en este recuerdo
que guardo en mi taza de azul porcelana.

El aire se enfría en la carta que nunca
escribes. Si el silencio cantara... No llamas.
La música suena sin notas igual
quel llanto sin lágrimas: secas escarchas.

Fantasmas de lana se hicieron tus besos
que saben a dulces carentes de äzúcar.
El eco disfónico sufre la ausencia
de voces que al viento, mi amigo, saludan.

-Plagado de estrellas y nadie te mira.
-Talvez sus latidos suspiran en mi alma.
-¿Quizás? ¡No duerme, suspira ni canta!
-Si tú no la escuchas, intenta callarla.

Su suave cascada me llueve en recuerdos
que duelen, me queman con fuego escarchado.
Mis pasos enfermos no encuentran el rumbo
del cielo estrellado: me duermo parado.

Lavengro
Escrito en marzo 3 de 2005.

enero 10, 2006

Soñador


Volando en la luz del silencio nocturno sus alas,
su rotro de estrella distante titila en la niebla
y deja su estrella que marca el sendero a su alma;
entonan los himnos de guerra sus ojos antuguos
mirando la Luna que espanta las sombras. Reclama
la calma del lecho sediento de besos y sueños,
del cálido tacto del tiempo en su piel y su llama.
Así, soñador, es el dios que habita en la Tierra.

Subiendo y bajando en mareas de plata, su barco
de mármol persigue sus manos como el Sol la Luna,
la niña traviesa que juega "escondidas" del canto.
Temblando su cuerpo de espigas al viento estival,
no hace, dormido, que rueden sus piedras de mago.
Arrojan las olas la sal ques la sabia en la mar,
salando las venas que esperan, vampiros sin pacto,
el dulce regalo guardado en los labios... callados.

Estudia el silencio y aprende la música viva,
mas, no habla ni canta ni dice sus versos ni llama:
oculta en su miedo su voz, sus palabras que invitan.
Conoce la gruta que esconde la dicha, la cara
tranquila que duerme en su cama con mil caricias;
y vuelan sus alas de arcángel cautivo, levantan
las sombras caídas en noches mortuorias y frías...
¡Así, soñador, no toma la mano ques agua y comida!

Lavengro
Escrito en junio 5 de 2005.

Ensombrecen

Este soneto es de esos que salen del alma en un torrente incontrolable, que desbordan la razón y no tienen sentido cuerdo, y son la expresión del loco que está dentro de nosotros.

Y los santos pregonan la caída
de la Tierra, la lluvia los apaga,
el silencio ahogó sin esperanza
a los ojos del tiempo y de la vida.

Corazones de lata se ensombrecen
y la carne se cae del difunto.
La neblina que oculta a este mundo
calcinaba las letras que envejecen.

De rodillas dobladas, laceradas,
en torrentes de sangre que se escurre
entre piedras quemadas, ya no suben.

(Recorriendo sus huellas olvidadas
la penumbra se come y se vomita
y el hastío sumerge en pesadillas.)

Lavengro
Escrito en abril 16 de 2005.

enero 09, 2006

Oda a una Urna Griega


"Uno de mis poemas favoritos: los versos eternos del joven John Keats. Espero que este paseo gótico romántico los transporte a su alma."

Tú, todavía virgen esposa de la calma,
Criatura nutrida de silencio y de tiempo,
Narradora del bosque que nos cuentas
Una florida historia más suave que estos versos.
En el foliado friso, ¿qué leyenda te ronda
De dioses o mortales, o de ambos quizá,
Que en el Tempe se ven o en los valles de Arcadia?
¿Qué deidades son esas, o qué hombres? ¿Qué doncellas rebeldes?
¿Qué rapto delirante? ¿Y esa loca carrera?
¿Quién lucha por huir?
¿Qué son esas zampoñas, qué esos tamboriles, ese salvaje frenesí?

Si oídas melodías son dulces, más lo son las no oídas;
Sonad por eso tiernas zampoñas,
No para los sentidos, sino más exquisitas,
Tocad para el espíritu canciones silenciosas.

Bello doncel, debajo de los árboles tu canto
Ya no pedes cesar, como no pueden ellos deshojarse.
Osado amante, nunca, nunca podrás besarla
Aunque casi la alcances, mas no te desesperes:
Marchitarse no puede aunque no calmes tu ansia,
¡Serás su amante siempre, y ella por siempre bella!

¡Dichosas, ah, dichosas ramas de hojas perennes
que no despedirán jamás la primavera!
Y tú, dichoso músico, que infatigable
Modulas incesantes tus cantos siempre nuevos.
¡Dichoso amor, aún más dichoso!
Por siempre ardiente y jamás saciado,
Anhelante por siempre y para siempre joven;
Cuán superior a la pasión del hombre
Que en pena deja el corazón hastiado,
La garganta y la frente abrasadas de ardores.


Éstos, ¿quiénes serán que al sacrificio acuden?
¿Hasta qué verde altar, misterioso oficiante,
llevas esa ternera que hacia los cielos muge,
los suaves flancos cubiertos de guirnaldas?
¿Qué pequeña ciudad a la vera del río o de la mar,
alzada en la montaña su calma ciudadela
vacía está de gentes esta sacra mañana?
Oh diminuto pueblo, por siempre silenciosas
Tus calles quedarán, y ni un alma que sepa
Por qué estás desolado, podrá nunca volver.

¡Ática imagen! ¡Bella acritud, marmórea estirpe
de hombres y de doncellas cinceladas,
con ramas de floresta y pisoteadas hierbas!
¡Tú, silenciosa forma, tu enigma nuestro pensar excede
como la Eternidad! ¡Oh fría pastoral!
Cuando a nuestra generación destruya el tiempo
Tú permanecerás, entre penas distintas
De las nuestras, amiga de los hombres, diciendo: “La belleza es
verdad y la verdad belleza”... Nada más
Se sabe en esta tierra, y no más hace falta.

John Keats
Traducción de J. Cortázar

Carta



Esta es una Carta que le envié a una muy querida amiga, a raíz de una conversación interesante. No es más que un mini-cuento romántico sin aspiraciones, sólo inspirado en las palabras compartidas:

"¿Sabes que para escribir hay que estar loco? Bueno, un poco loco -no hay que exagerar las cosas-. Si no, quedas de facto advertida.

Caminaba un loco sus pasos de loco, uno tras otro lo llevaban hacia un mar profundo de sombras, a través de sinuosos derroteros empedrados. A lo lejos, entre la bruma del despertar matutino de un día incierto, una suave alondra entonaba las notas del infinito en su piar peregrino; más allá, a una jornada aún de marcha, pensaba el loco, debía estar el hogar de la Luna.

"Si sigo sólo a mis pies, los que no ven, pueden perderme. Pero si sólo confío en mis ojos nunca alcanzaré la Luna, pues son flojos y no caminan". No se veía más que un bulto andrajoso que se deslizaba lentamente entre la hierba que incipiente verdía la ruta y perfumaba, entre gotas de rocío abandonado por la noche, de vida los pulmones enfermos del loco. Pensando, pensando: nada más que pensaba en cómo poner de acuerdo sus ojos y sus pies para que lo llevaran a la casa en que, después de una larga ronda, su amor dormía; e imprevistamente levanta la cabeza y mira...

La alcoba de la Luna estaba vacía, ya era de noche y ésta se había marchado. Lloró sus últimas lágrimas y sin pensar subió a la torre más alta para ver si le salían alas y volaba... Nunca la alcanzó.

Lamentablemente el loco estaba loco, quiso abrazar y besar a la Luna. Ella no es inalcanzable, es sólo distante, mas se acerca si se tiene paciencia; nunca disfrutó la belleza del camino ni esperó que la noche pasara... quizá al despuntar el alba nuevamente llegara a descansar a su lecho de sedas blancas.

No sé de dónde salió la historia del loco; y yo lo debo estar aún más para relatar sus pasos y su último vuelo, pero no soy ese loco."

Mi Oscuranto



En este rincón se manifestarán distintas expresiones de la literatura, especialmente poesía.
Soy un amante irrestricto de las letras y todo medio que permita llevarlas más allá de mi cabeza, es una puerta abierta a mundos infinitos.

Sapere Aude!

Lavengro